Hace poco más de dos años, Gisa Custolli, de 27 años, y su esposo, Yuri Ottoline, de 31, decidieron unirse a OnlyFans y otras plataformas para adultos. Acostumados a grabar sus intimidades para avivar la relación, comenzaron a vender videos influenciados por famosos como Key Alves, MC Mirella y Thomaz Costa.
«Ya nos gustaba hacer videos para nosotros mismos, pero decidimos publicarlos y probar suerte. No era solo por el dinero, sino por la excitación, por el deseo de ser observada y deseada. Y en el caso de mi esposo, el fetiche de ser cornudo. Él y un amigo le presentaron este mundo de voyeurismo y cuckolding [hacer que tu pareja sea cornudo]«, cuenta Gisa.
La influencer se identificó con los fetiches de su esposo y comenzó a crear videos de este tipo. Con el voyeurismo, ganó 500 mil reales el último año. Son videos en los que ella aparece con otros hombres, siempre observada por su esposo. En las escenas, humilla y insulta a Yuri, quien acepta todo y se somete a ella.
- Publicidad -
De hecho, es el propio esposo quien elige con quién grabará. Normalmente pide fotos y videos de cada uno, además de exámenes de salud actualizados. «Y hay un detalle: elegimos por el tamaño del documento (risas). A los suscriptores también les gusta, la humillación comienza precisamente por eso. Es el tipo de contenido que más vende en mis plataformas«.
Para ellos, nada de esto es tabú. Muy al contrario, mantiene viva su relación, que ya lleva 10 años. «Nos excita«, admite. «Me pagan para humillar a mi marido. Me encanta hacerlo y a él le excita mucho. Nunca imaginé que mi fetiche generarían medio millón. Y esto no se queda entre cuatro paredes, me gusta exhibirme en público y lanzarme a otros hombres. En el día a día tenemos una vida normal, de respeto, pero también mucha picardía (risas)«.
Y no solo el esposo es humillado frente a las cámaras. Muchos suscriptores piden a Gisa que cree situaciones humillantes para ellos mismos. «Me piden videos exclusivos, me piden que los humille de alguna manera, insultándolos o menospreciándolos. Algunos incluso envían desnudos y me piden que hable mal de ellos. En fin, es un fetiche común».